El profesor Susumu Tonegawa (Japón, 1939) recibió el pasado 2 de octubre la Medalla de Oro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Madrid, como reconocimiento a su labor de progreso científico.
¿Qué nos hace realmente únicos a los humanos?
Solo nos distinguen unos pocos genes de los simios. Gente como Chomsky defiende con ahínco que el lenguaje evolucionó con Homo sapiens, pero los simios tienen un lenguaje primitivo. Los macacos pueden contar hasta cinco o seis, pero no más. Aparentemente, los monos pueden reconocerse en el espejo. Todo eso está en el córtex prefrontal, que es mucho más pequeño en el ratón».
Así contestaba el profesor en una entrevista hecha por Javier Yanes para Público.
Tonegawa es una eminencia en el campo de la inmunología y las neurociencias. Fue galardonado en solitario con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina, en el año 1987, cuando tenía 48 años. El motivo, su descubrimiento del principio genético para la generación de la diversidad en los anticuerpos.
Licenciado en Medicina en Japón, trabajó durante años en el departamento de Química de la Universidad de Kyoto. Años más tarde se incorporó al departamento de Biología de la californiana Universidad de San Diego.
Al comienzo de la década de 1970, fue nombrado miembro del Instituto de Basilea y desempeñó «día y noche» su labor como profesor e investigador en el área de la biología en el Centro de Investigación del Cáncer, que forma parte del Instituto de Tecnología de Massachussets. Inició sus estudios sobre inmunología, campo en el que terminaría ejerciendo una gran labor.
Pensé que podía aplicar lo que ya conocía a algo nuevo. Yo había aprendido biología molecular cuando estas técnicas empezaron en los años sesenta, y las había utilizado para generar ratones transgénicos y knock-out. Cuando me trasladé a Basilea para estudiar inmunología, a principios de los setenta, allí había inmunólogos muy buenos, pero no sabían nada de genes, y no aplicaban técnicas de biología molecular. Fui el primer inmunólogo molecular de la historia».
Tras años de duro trabajo, descubrió que algunos componentes genéticos se reagrupan en el interior de ciertas células embrionarias, que luego se transforman el linfocitos (de tipo B).
Los linfocitos (un tipo de glóbulos blancos) son células sanguíneas que cumplen misiones de protección del organismo, generando anticuerpos (un tipo de proteína que se encarga de detectar cuerpos extraños, como virus o bacterias, para que sean erradicados).
Ante la presencia de un antígeno agresor, el linfocito produce anticuerpos. El hallazgo de Susumu -como se le conoce-, fue que los linfocitos son capaces de reordenar su código genético para inmunizarnos. Es decir, que «fabrican» anticuerpos específicos para cada agente extraño. De ello se deduce que la respuesta inmunológica está condicionada genéticamente.
Tras su gran contribución, y después de recibir el Nobel -hace ahora veinte años-, decidió aplicar sus conocimientos a una disciplina que se presentaba como desconocida pero muy prometedora: el estudio del cerebro; obteniendo excelentes resultados.
(…) a finales de los ochenta, pensé que podía aplicar estas mismas técnicas en otros campos logrando un gran impacto. Por entonces, el cerebro era el futuro, pero en neurociencias nadie trabajaba con biología molecular. Así que para mí fue como un déjà-vu. Fuimos los primeros, y aquello nos ganó un montón de atención, así que fue muy fácil establecer colaboraciones con otros neurocientíficos: electrofisiólogos, biólogos del comportamiento…»
Susumu habla con cercanía de la memoria y el aprendizaje:
A cada momento, todo lo que hacemos y todo lo que pensamos está basado en la memoria. Sin ella no seríamos seres inteligentes, sobre todo la memoria de hechos. Lo que hace la memoria humana más sofisticada es la complejidad de la red.»
El mecanismo de almacenamiento de recuerdos no varía apenas entre los humanos y los mamíferos inferiores. La capacidad plástica de las sinapsis tampoco parece guardar la clave que explique nuestra habilidad mental. El mecanismo de recuperación de recuerdos sí es más complicado.
Nuestra red de memoria es mucho más compleja, lo que nos convierte en seres más inteligentes. O por lo menos así lo posibilita. ¿cuál es la causa de nuestras contradicciones?
El director del Instituto Picower, reflexiona con humor sobre tales cuestiones, para Público:
cuando usted y yo hablamos, no nos vamos a pegar o a disparar, porque tenemos en común un entendimiento y un comportamiento, así es como está construido nuestro cerebro. Pero si usted se convierte en el presidente de los EEUU, de repente empieza a enviar tropas armadas a países pobres, y mata a un montón de gente inocente.
¿Y por qué? No entendemos qué le ocurre al cerebro del presidente Bush, o a los de sus seguidores. Casi la mitad de los americanos apoyan esta política. ¿Qué es lo que ocurre? Si hablas con ellos de tú a tú, pueden ser personas muy amables, pero piensan que es una buena idea matar a toda esa gente. Esto nos dice que no entendemos cómo funciona el cerebro humano. Tenemos esas tremendas contradicciones.
También está la cuestión de la religión. Las personas religiosas dicen: Dios nos hizo. Si no es así, no podemos explicar el mundo. Los neurocientíficos como yo decimos: Nosotros hicimos a Dios. El cerebro humano hizo a Dios. Es una realidad. Ni el gato ni la Drosophila tienen un concepto de Dios.
Yo no sé qué red es responsable de que algunas personas tengan este concepto, y otras no. Ese es el objetivo primordial de la neurociencia: conocer cómo funciona la mente humana».
Me resulta llamativa la siguiente »paradoja». Mutan genéticamente a un ratón para que sea más veloz, más resistente. Pero al mismo tiempo, y de forma inevitable, lo convierten en más agresivo. Es difícil escapar al ‘efecto mariposa’. ¿Cómo preveerlo si… ? De acuerdo, para eso se experimenta con ratones y ratas y no con seres humanos.
Otra cosa, que por ejemplo menciona Punset en su ‘Viaje al amor’. El ejemplo de los pollitos y las bolitas negras. Pican una vez. No les »sabe». Pican una segunda y no vuelven a picar. ¿Nosotros, cuánto tardamos en aprender esa misma lección pese a nuestra compleja memoria? Picamos muchas veces en bolitas dañinas, y seguimos picando. Mirado así somos estúpidos en relación a los pollitos.
Leo esas reflexiones… se me ocurre sólo una respuesta. La no-empatía. Los credos, como la política, sirven para refugiarnos en concepciones, alejándonos de lo más primordial del ser humano: el sentimiento. Votamos a alguien, le elegimos presidente… Luego leemos sus declaraciones en los periódicos, presenciamos su aparición en la televisión… ¿Cómo vamos a reconocer que está equivocado cuando nos lleva a la guerra si es gracias a nosotros que está ahí? Lo que le decía señor Cortés… más tontos que los pollitos.
La información es aséptica (a la imagen terminamos por insensibilizarnos… la »culpa» la tienen las películas, la televisión, que nos ofrece sangre a raudales), no hiere al olfato como el hedor de la muerte. No asusta como un bombardeo… Apagamos el televisor y la luz, y nos dormimos en nuestras camas. Donde la guerra no está. Así, al día siguiente, podemos levantarnos y ser ciudadanos razonables o parecerlo. No pasamos hambre. No pertenecemos al tercer mundo. También, como le explicaba ayer de madrugada, hasta que ya sea tarde…
Y sin embargo, aunque al releerme aquí, hasta a mí misma me resulte negativa en exceso, soy una persona optimista y creo en el ser humano. Por lo menos, me gusta mucho lo que me hace sentir el rostro del señor Tonegawa.
¡Qué gran cantidad de información despliega usted en tan poco espacio!
En efecto, se experimenta con pequeños roedores. Por lo menos eso hacen los científicos. Le podría hablar, y estaría conmigo, de otros modos de «experimentación». Hay rasgos que van de la mano.
Los pollitos son muy simples. Si nosotros, los humanos, codificásemos la información como lo hacen ellos, moriríamos tras el primer golpe, la primera quemadura, el primer desamor. Somos neciamente constantes, recogidos, encerrados en el oscuro túnel de nuestra inteligencia.
A veces complicamos todo mucho, pero forma parte de nuestro ser. No es más inteligente el más sencillo, sino el que sabe adaptar la complejidad de su comportamiento a la situación dada. Cuántas veces me gustaría haber sido pollito…
«Los credos, como la política, sirven para refugiarnos en concepciones, alejándonos de lo más primordial del ser humano: el sentimiento».
Chapeau, madame. Ten ideas, no caigas en la farsa moderna de tener ideologías; suelo decir. Y viene al caso. Las ideologías encierran la espontaneidad en un desvergonzado ejercicio de soberbia. Las ideologías, políticas o religiosas, igual me da, cortan las alas a la razón libre y al libre sentimiento.
Le escribo hoy desde aquí, ¿de acuerdo? Lo hago con la esperanza de que su cultura pueda ayudarme con mi pequeño enigma… usted verá si me visita, si desea hacerlo…
Me gustan sus respuestas, tan meditadas. Debería aprender eso de usted (o lo parecen por los tiempos que se toma para ello)… No se moleste conmigo porque me las lleve todas a mi espacio-madre para no perderlas. Para mí son enriquecedoras. Y algún día me gustará reencontrarme con ellas… cuando nada de lo que soy, hoy, exista y pueda encontrarme conmigo, de nuevo, más fresca.
Aunque es descorazonadora la visión que nos plantea Beauvoir en ‘La mujer rota’ acerca de ese tiempo. Al menos hasta donde he llegado. En mis parques, cualquiera es posible, siempre existe la Luz. Pero a mí me gusta mirarla a través del entramado de las hojas. Otra cosa es la montaña, otra cosa es el Mar… La fronda de la penumbra ayuda a recogerse. Es buscar la libertad en la pequeña intimidad. Otra cosa es la libertad que se busca en el Mar, en el Aire… Decía Jorge Guillén, que lo profundo lo era, el Aire. Y por eso Chillida, inspirado por el verso, soñó Tindaya. ‘Del tiempo no sabemos nada’, dio él mismo…
Dice used: ‘moriríamos’. ¿Y a caso no lo hacemos? Morimos, pequeñas muertes continuas y quizás menos aleatorias de lo que pensamos. Una parte de mí lo hizo en cada golpe, en aquella quemadura de los catorce, cuando descalza pisé aquel soldador ardiendo, en cada desamor… La muerte celular creo que es la respuesta. ¿Serán las células no aptas las condenadas a la apoptosis? ¿En nosotros mismos no existe un proceso de selección natural? Morimos para ser otros, pero somos los mismos porque la memoria no muere (cuando lo hace es enfermedad).
Me gustó su entrevista al viajero que conoció en Florencia, bajo un paraguas que le hacía de sombrilla… Yo, le explico, detesto profundamente al sol (actualmente). Mis melanocitos, como todos los melanocitos, tienen la mala costumbre de no olvidar la cantidad de rayos que han malrecibido…
Hoy, por ejemplo, todavía no le he leído.
Lo haré.
Buenas tardes y salud.
Candela A.
Disculpas, el enigma…
No me molesto con facilidad. Llévese usted lo que quiera, pero sobre todo, llévese mi saludo agradecido por su forma de narrar las crónicas cotidianas. Es usted más penumbra que brillo, insinúa más que muestra, e ahí el gancho de sus palabras.
Reconozco mi carácter meditativo. Soy reflexivo por naturaleza. Emana de la reflexión sosegada y cabal un perfume inteligente y sereno, del que quedé prendado allá, hace años, en el mundo de la infancia. Pero no puedo echar mano -pues no me gusta mentir y procuro no hacerlo- del pretexto de la ponderación como excusa para la tardanza al contestar.
Verá usted, señora o señorita, la causa de mis demoras no es ni de lejos tan romántica como me gustaría. Traspongamos el umbral de lo poético y demos la bienvenida, otra vez, una vez más, a la realidad (¿o debiera decir a la «otra» realidad?). Es el tiempo el que incrementa con violencia mis palpitaciones y me impide, en su penosa limitación del ciclo astronómico, abarcar todo cuanto me propongo, hasta donde llega la ilusión diaria de mis ojos.
No entraré en pormenores sobre mis trabajos, tareas, ocupaciones y pasatiempos. Le aburriría.
La página, como reducto de comunicación que ya forma parte de mí, se verá resentida y oxigeneda conforme lo haga mi agenda. Me encuentro permanentemente inmerso en una vorágine de actividades, casi todas ellas placenteras, que exigen alto desgaste intelectual. Y el metabolismo se cobra sus impuestos.
La memoria no muere. Tal es la razón por la que nos reconocemos en el espejo, reconocemos a los demás y, a veces, no podemos olvidarlos.
Salud a usted también.
por favor necesito de una gran informacion soy una sra de 47 años tengo estudios de secundaria y sigo estudiando en computacion e ingles pero tengo un gran problema que me gusta el ingles y no lo puedo aprender porque no tengo consentracion cuando estoy estudiando y no entiendo bien las matematicas me cuesta trabajo hacerlo.
por tal motivo no he podido ingresar a una preparatoria abierta ya por mi edad pero quiero hacerla no quiero quedar estancada
pero no tengo una buena memoria ni concentracion
la informacion que les pido que medicamentos debo de tomar para activar mi memoria
ya que el deseo de estudiar las tengo pero tambien tengo miedo de reprobar por falta de consentracion en hacerlo y por falta de memoria
me pueden ayudar gracias
Inés,
a lo largo de la vida de una persona la capacidad para aprender y memorizar va variando. Conforme se cumplen años, sobre todo si no mantiene el cerebro ágil y entrenado, las habilidades se atrofian. Ningún adulto aprende idiomas con la misma facilidad con la que lo hacía de niño.
Recuperar capacidad cuesta esfuerzo y tiempo, no es algo instantáneo ni que dependa de una pastilla. Hay sustancias que pueden ayudarte a mejorar el rendimiento intelectual. Las hay más naturales y más «químicas»·
Entre ellas están:
– Eleuterococo: Es una planta. Se vende en forma de extracto micronizado (polvo), en cápsulas. Es bastante natural y nada peligroso.
– Berocca: Combinación específica de vitaminas del complejo B, vitamina C y minerales esenciales. Ayuda a la actividad mental diaria, no contiene excitantes y puede ser administrado todo el año, sin necesidad de periodos de descanso.
– Memorino: Facilita la utilización de la glucosa por las neuronas cerebrales y las protege de una posible hipoxia. Se receta en casos de pérdida de memoria, astenia, trastornos psicomotores, alteraciones del estado de vigilia, retraso de la madurez mental de la infancia, retrasos escolares, dificultades de aprendizaje, o síndrome de fatiga, entre otros.
– Memorex: También se expide bajo receta. Está indicado para casos de astenia psicofísica, disminución del rendimiento intelectual y estados carenciales y de estrés.
Otro consejo: olvídese de las anfetaminas. Reducen la fatiga y la necesidad de dormir, pero aumentan los errores en comprensión y tienen otros efectos adversos.
No tome ninguna de estas sustancias sin consultar antes el beneficio -y los posibles riesgos- en su caso (farmacia, médico…).
Descanse lo necesario, procure un buen ambiente de estudio, no se obsesione (pues el estrés reducirá su capacidad) y controle la alimentación (básica para nuestro cerebro y sistema nervioso).
¡Suerte!