L’aprés-coup

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Coins in the trunk

Coins in the trunk,  Petr Kratochvil

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Perdida para siempre, irremediablemente. Reencontrada solo con su nueva imagen patética, junto a la lamparita desnuda de cada Wunderblock. Es tal el sino de la ‘intelectualidad’ o, en su defecto, de los intelectuales.

El intelectual, como figura crítica del pasado y del futuro, ya no es pieza del presente. A punto de llegar a la cima, se sentó a descansar. Apoyó la cabeza en un cómodo lecho, y no recobró nunca la con(s)ciencia. El intelectual es un fantasma, dormido antes de alcanzarse, un retoño seco en la ventana de las bibliotecas.

Su esencia, congénita de la trasgresión, no suena ya con acordes independientes y escandalosos. La voz estética del discurso y del pensamiento moderno baila junto a un fuego metodológico que Husserl no encendió.

Una vez más (quizá sea un estado de variante permanencia) la intelectualidad trata del lugar por encontrar. Roza el lenguaje aéreo, la metafísica imposible del recuerdo y su alteridad… Un espejo, un juego de juegos, juego de ilusiones. Ya no crea, no construye, no combina ni engendra nada. Se ha dejado conquistar por la lógica representación de la cara mala posmoderna y contentada. Inte-lector-lectual-espejismo…

¿Qué será del mañana que no se vea hoy? Zaratustra condena a los poetas. Los intelectuales son la metáfora de la condena. Son un despojo, incómodo todavía a ratos, «a destiempo» (l’aprés-coup). 

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Worin die Bahnung sonst besteht, bleibt dahingestellt.

Por otra parte, queda abierta la cuestión de en qué consiste el abrirse-paso.

S. Freud

3 comentarios en “L’aprés-coup

  1. Señor Cortés, imagínese una niña que dio sus primeras palabras a los siete meses. Y cuyo tema favorito de conversación pasó en seguida a ser Dios. Era de lo único que me apasionaba hablando. De su negación. De su inexistencia. Cientos de horas, discutiéndolo con su abuelo. Todo. Siempre. El bien el mal. Con cualquiera que la soportara. Conozco hasta el origen de mi nacimiento y con un poco de ayuda… podría llegar muy lejos. Necesito poder preguntarle cosas acerca de otro. No tengo prisa. El elegido es Jesús de Nazaret. Pero los que usted tiene serían de gran ayuda. Por eso le leo.

  2. Di mis primeras palabras a los cinco meses. Y a los nueve, salían de mi boca frases complejas. Mi tema de conversación favorito: la muerte. Me obsesionó desde la niñez; sin duda, una niñez diferente. ¿Qué pasa cuando uno se muere? Si no es, ¿cómo lo sabe? Si lo sabes, es. ¿Cómo puedo pensar en no pensar? Nunca sabremos que estamos muertos… ¿Estamos muertos ahora? No, porque pensamos. Nunca sabremos que ya no pensamos, porque no estaremos pensando ni podremos pensar.

    Créame, no requiero echar mano de la imaginación para ponerme en su piel. Le conozco sin conocerle. Eso nos une.

    Y estoy dispuesto a responder, en mi medida, a sus necesidades. Me pondré en contacto con usted en breve.

  3. Hemos visto esto después del audio. Es genial. Esto probablemente habría roto la espontaneidad. Gracias.
    Ella se pondrá en contacto privado con usted.

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