Las efemérides (DRAE: 1. f. Acontecimiento notable que se recuerda en cualquier aniversario de él) son perfectas para repasar biografías y bio-hechos, y hacernos cargo del tiempo que dejamos lejos -como género, como raza, los humanos, hace equis unidades de tiempo-, explicar el presente y, en buena medida, intuir parte de lo que nos espera.
El saber ha de recurrir a su característica abierta, y la historia, concurrencia del pretérito humano, tiene la encomiosa misión de explicar qué ha ocurrido y por qué. En buena medida, entender lo que somos, y atisbar hacia dónde vamos -en un sentido histórico materialista- es tarea no fácil pero obligada.
Si hay personas que no necesitan presentación, también hay años que se introducen a sí mismos con sólo nombrarlos. La verdad conquistada reclama «hacer mundo», hacer memoria y recuperar, para los que somos demasiado jóvenes como para haberlo vivido, páginas de nuestra reciente generación: la de nuestros padres.
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1968. Suficiente para una persona culta.
A la que no lo es y a la que siéndolo considera necesario un repaso, dedico estas líneas.
El año 68, vivido hace tan sólo cuarenta años, fue, a todas luces, significativo. Y lo fue para muchos miles de ciudadanos, que vivieron un año convulso en un siglo convulso. Dramático y apasionante, el contexto de nuestra efemérides se vio marcado por una auténtica explosión social, cultural y, por supuesto, política.
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Martin Luther King
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Las dos muertes violentas y famosas, a saber, el asesinato de Martin Luther King, líder afroamericano del movimiento negro, el 4 de abril, por un lado, y el de Robert Kennedy el 5 de junio, tras vencer en las primarias demócratas en California por otro, afectaron traumáticamente a la sociedad del momento. A esas dos muertes célebres se sumaron las no célebres pero sí horribles muertes en Vietnam. Estados Unidos había perdido a 15.000 soldados en ese conflicto y los soviéticos, encabezados por un iluso Dubcek, enviaron 4.600 tanques contra la Primavera de Praga.
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Robert F. Kennedy
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Mientras tanto, los chinos quemaron millones de libros en su particular Revolución Cultural y las revueltas estudiantiles de propagaron por el mundo. Por este orden, Varsovia, Berlín, París, Chicago y Méjico, donde varias decenas de jóvenes murieron poco antes de la inauguración -fíjense si no es cierto que el pasado explica parte del futuro- de los Juegos Olímpicos.
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Quizá sea esa la estampa más relacionada con el año 1968. Mayo del 68 es un acto histórico clave para entender el triunfo de una rebelión que con los años terminaría imponiéndose. El general Charles de Gaulle, presidente de la V República francesa, aseguró junto a su primer ministro, Georges Pompidou, un crecimiento económico centrado en el mercado agresivo.
Sin embargo, algo que casi nadie supo prever iba a ocurrir y a cambiar la historia contemporánea. Los jóvenes estallaron contra esa Francia del consumo. La noche del 22 al 23 de marzo se produjo el encendido de la mecha. Un grupo de estudiantes invadió la sala del Consejo de la Facultad de Letras de Nanterre, exigiendo mejoras en las condiciones de las aulas y el régimen de visitas a los dormitorios del sexo contrario.
De esas reclamaciones puntuales de pasó a pedir más participación en los programas educativos por parte del alumnado y, inspirados por las lecturas de Engels, Marx y sobre todo El final de la utopía de Marcuse y animados por un joven alumno de origen alemán llamado Daniel Cohn-Bendit, la protesta terminó siendo una revolución violenta contra la autoridad y el capitalismo.
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Y así, mientras las voces de unos estudiantes idealistas entonaban el Yellow submarine de los Beatles o soñaban con otra realidad y se agarraban al escuchar el exitoso What a Wonderful World de Armstrong, el candidato republicano Richard Nixon abrió una era conservadora en la Casa Blanca al ser elegido presidente de EE.UU., el 5 de noviembre.
Se acercaba el fin de un año cuyas consecuencias sólo pudieron valorarse en profundidad pasado el tiempo, y que revelaron la existencia de los ideales por encima de la quietud, cuando una fuerte contracultura propició el suicidio de lo establecido.
Mayo Francés fue la muestra de que se pueden moverse y generar fricciones desde la superestructura, casi como lo quería Gramcsi, poderoso movimiento…
Saludos, Aquileana ;)
PD: Por cierto le he dedicado un post a los 40 Años de la Revuelta de Mayo Francés, que espero visites, si tenés ganas:
http://aquileana.wordpress.com/2008/05/04/idearios-revuelta-francesa-de-mayo-del-%c2%b468/
Hasta Pronto :)
Hola Aquileana,
En efecto, la revuelta popular marcó un antes y un después en la sociedad moderna. Personalmente, dudo mucho que algo así pueda repetirse en la actualidad, tal y como algunos sectores pretenden desde la oposición abnegada al proceso de Bolonia.
Pasaré por tu blog, cómo no.
Un saludo.