Muy a nuestro pesar, la intención pedagógica en España ha sido la de “asimilar” al sujeto con alta capacidad intelectual o superdotación -así como con diversos talentos- al nivel medio del grupo. Es decir, se ha optado por que el ritmo del alumno o la alumna termine equiparándose al del resto de la clase. Así ha ocurrido hasta hace pocos años y como regla general. En otros países, como EE.UU., existe una larga tradición en el estudio de la sobredotación intelectual y se ponen en marcha cada año multitud de iniciativas para el análisis y desarrollo de programas específicos para estudiantes con ese perfil. Nos llevan ventaja.
Puede sonar duro pero la realidad es que la mayoría de los casos de superdotación pasaron desapercibidos en décadas anteriores -y hoy todavía- debido a la impericia y falta de atención de los docentes que, por desconocimiento, no supieron ver lo que tenían delante hasta que se presentaron los problemas. O ni siquiera entonces. Como consecuencia, los índices de identificación eran bajísimos (cuando la estadística nos habla de capacidad muy superior en una proporción de entre un 1 y un 3 por ciento del alumnado.) Los profesores carecen en España de la formación necesaria para realizar las tareas de identificación pertinentes, de modo que se identifica poco y se identifica mal. Así, la detección queda en muchas ocasiones relegada al ámbito familiar y de amistad del niño o la niña.
Según un informe del Defensor del menor en la Comunidad de Madrid (Los niños superdotados, una aproximación a su realidad. Madrid, 2003), la tasa de identificación de alumnos superdotados es del 50% en el ámbito mundial. Según el informe, los datos para la Comunidad de Madrid son menos alentadores ya que:
“ […] los maestros identificaron tan sólo un 44% de los alumnos que estaban en sus clases y, por tanto, dejaron de identificar un 56% de los que lo eran. Además, identificaron como superdotados un altísimo número de alumnos -97%- que no eran superdotados. “
Por fortuna, la situación se va transformando poco a poco dentro de nuestras fronteras. Cada vez los docentes están mejor preparados y tienen más en cuenta las necesidades específicas que el alumno demanda. Existen hoy día buenos profesionales que luchan por prestar una atención lo más cercana y personalizada a sus alumnos. Sin embargo, cuentan con grandes dificultades estructurales que impiden una observación y atención más detenida (clases con masificación de alumnos, mayor presencia de estudiantes extranjeros que suelen requerir un ritmo algo más lento para adaptarse, falta de iniciativas institucionales y gubernamentales, etc.). En estas circunstancias la tarea del docente, quien suele detectar los casos en primera instancia junto con las familias, no resulta sencilla.
Por otra parte, la dificultad intrínseca de la identificación juega en contra de los alumnos y hace peligrar su futuro académico y emocional. El porcentaje de alumnos con superdotación que fracasan escolarmente es alarmante. Esto significa que aún siendo diagnosticados los casos, no sabemos cómo acertar con la actuación. ¿Aceleración de curso, apoyo curricular, colegios de “élite” exclusivos? ¿Cómo enfocar cada perfil?
Existen diferentes modelos de intervención educativa, que pueden agruparse en tres categorías: el agrupamiento, la aceleración (flexibilización curricular) y el enriquecimiento. Una aceleración mal llevada a cabo, por ejemplo, puede arruinar el curso del estudiante y producirle un descenso enorme en sus niveles de ilusión, autoconcepto e implicación en la tarea. Del mismo modo, mantener a otro alumno en su curso le conducirá a un aburrimiento y distracción semejante que generará probablemente ansiedad, hiperactividad, depresión y conductas evasivas. Conclusión: cada caso ha de estudiarse personalmente con buen criterio, correspondiendo dicha evaluación a un profesional de la psicología y siendo la decisión última de los padres. Ello se logra con gran vocación, atención, competencia, respaldo institucional y dinero. Pero claro, no basta con tener ilusión por hacer un buen trabajo. Hay que saber hacerlo. Les sorprendería conocer la cantidad de decenas y decenas de profesores de educación infantil, primaria y secundaria con los que he hablado y han manifestado abiertamente su completa ignorancia sobre qué rasgos presentan estos niños, qué los distingue visiblemente de un hiperactivo o de un discapacitado intelectual o cómo hay que dirigirse a ellos en clase.
Siempre he sostenido que hace falta en España un cambio de perspectiva, de interés político, que dé prioridad a la formación de los profesores en la identificación de alumnos superdotados y otorgue a sus “mentes del futuro” las posibilidades materiales para desarrollarse, en tanto que valioso capital intelectual del país. Los superdotados también son niños con necesidades educativas especiales. Tanto la discapacidad intelectual como la alta capacidad intelectual (polos opuestos) tienen necesidades educativas especiales, que demandan una intervención educativa inmediata. Atención desigual para el desigual. Mientras esto no se interiorice nos quedará mucho camino por recorrer.
Con frecuencia se enarbolan crítica hacia los profesores como únicos responsables de la incapacidad de gestión de los casos que se presentan en las aulas. Esto tampoco es justo. Los factores que contribuyen al correcto desarrollo cognitivo y emocional del alumnado con gran capacidad intelectual son múltiples y complementarios. Pero las críticas bien enfocadas son, en efecto, algo revulsivo. Y eso es bueno. No cuestionemos tanto si lo hacemos bien o mal; avancemos en la dirección que nos invita a reflexionar sobre cómo podemos hacerlo mejor. Todos. Familias, docentes, psicólogos, terapeutas, pedagogos y ministros.
Mi experiencia como superdotado me indica que tratar a un niño intelectualmente más dotado como si no lo fuese, sirve únicamente para crearle frustraciones en el futuro. No desviemos la mirada y centrémonos en intentar comprender, en actuar. Porque, muy por encima del éxito académico y profesional del superdotado, está, como en cualquier niño o niña, su felicidad.
Hola, Luis.
Estoy muy de acuerdo, en líneas generales, con tu artículo.
La controversia en el tema de la superdotación o altas capacidades -¿son o no son lo mismo?- llega más allá de las responsabilidades de los profesores o de una sociedad erróneamente «igualitaria», enemiga de la excelencia.
Decía que la controversia, y la dificultad para abordar tema tan complejo, va mucho más lejos porque son muchos los padres, por increible que parezca, que perciben la posibilidad de que su hijo sea superdotado como un grave PROBLEMA.
Sí, muchos padres temen enfrentarse al estigma de la superdotación, como si tener altas capacidades fuese un pecado imperdonable en un mundo hecho por y para la mediocridad.
¿Sus argumentos?
Quieren que sus hijos sean felices, y dan por hecho que por el mero hecho de ser «inteligentes» serán desgraciados.
¿Por qué han de ser desgraciados si aprendemos, entre todos, cómo paliar los efectos de las disincronías y les estimulamos sus capacidades creatividad?
El problema, Luis, es que nos da miedo lo mejor, lo más sobresaliente y excelente, hasta el punto de que nuestros niños – muchos de ellos en todo caso- prefieren pasar por mediocres, incluso buscan el suspenso, para no ser considerados «empollones» o «sabelotodos»
Saludos
Hola Luis.
Soy padre de dos niños con altas capacidades y coincido en tu diagnóstico de la situación. Solo discrepo en que las medidas que planteas para la solución son simples e inocentes. Los maestros son un grupo heterogéneo de personas que, en general, no sólo esta mal formado y cualificado sino que en muchos casos y por la razón que sea están desvinculados del objetivo de hacer su trabajo lo mejor posible. He llegado a esta conclusión tras varios años de experiencias en uno y otro sentido en contactos con muchos padres y profesores. No deja por ello de ser subjetiva mi visión pero es lo que tengo para establecer mis conclusiones.
Y la triste conclusión es que prefiero no implicar al centro de enseñanza en la especial educación de mis hijos. No quiero que sean ACNEE, que los dejen en paz. Reclamar atención especial supone irremediablemente publicar que tus hijos son unos raros, digas lo que digas es lo que los demás entienden. Luego tendrás que conseguir algo. Si el tutor, tras años de relación con el niño, no ha encontrado nada que le llame la atención, la opinión de un padre no va a ser más concluyente que las evidencias que ya conoce. Los equipos de orientación ni están ni se les espera. Y, si llegan, vuelven a desconfiar de los padres y hasta de informes de psicólogos privados. La frase es “yo nunca he conocido un superdotado pero, padres de superdotados, a montón”.
Que hagan su trabajo y los evalúen de oficio. Además, si los evalúan eso no quiere decir que vaya a variar su educación en positivo. Adaptación curricular tipo: después del trabajo que todos hagan, como eres rápido, toma otro tanto de plus.
Creo que la mejor respuesta del sistema educativo a la superdotación es la aceleración. Cada curso que adelanten, un año menos que tienen que soportar nuestros colegios, profesores, directores, orientadores, inspectores, planificadores y políticos.
Apañó,
Hola de nuevo, es grato tenerte por aquí. La superdotación intelectual y la alta capacidad intelectual no son lo mismo, técnicamente. Desde luego, toda superdotación consiste -entre otras cosas- en una capacidad intelectual alta; pero no únicamente en eso. Y, por otra parte, hay personas con alta capacidad intelectual cuyo perfil cognitivo no corresponde a lo que hemos dado en llamar superdotado. Existen criterios para determinar las diferencias entre los dos conceptos. Dedicaré un artículo a ello más adelante.
Como bien dices, y coincido contigo, nuestra sociedad (la española en concreto) ha desarrollado históricamente lo que me atrevería a calificar de «complejo de inferioridad», lo cual lleva al individuo a mimetizarse con un entorno que rinde culto a la homogeneidad. Ser diferente no es algo que en principio parezca positivo. Más bien auspicio de futuros problemas. El sistema educativo, más cerca de perfilar un carácter monolítico en el estudiante de que premiar su potencial, contribuye -entre otros muchos factores- a generar en el alumno más capaz dudas y miedos que le arrastran hacia la inhibición de su potencial.
Dices:
«Quieren que sus hijos sean felices, y dan por hecho que por el mero hecho de ser “inteligentes” serán desgraciados»
Claro, y de hecho un niño superdotado difícilmente será feliz si no se desarrolla en plenitud, lo que incluye su esfera cognitiva e intelectual.
Añades luego:
«¿Por qué han de ser desgraciados si aprendemos, entre todos, cómo paliar los efectos de las disincronías y les estimulamos sus capacidades creatividad?»
Toda la razón. Un estudiante superdotado, niño o niña, puede ser plenamente feliz si se atienden sus necesidades. La disincronía, el Talón de Aquiles que comento en otro artículo, es su mayor enemigo. Un sistema educativo incapaz en muchos de los casos, incrementa el perjuicio del «choque disincrónico».
El rechazo al brillante, al que sobresale, es una realidad cotidiana, que se respira primero en las aulas y más tarde en los puestos de trabajo. Un lastre contra el que cuesta mucho luchar. «Los demás» ejercen mucha presión. Mucha más de la que nos gustaría.
Un saludo.
Padre,
Agradezco mucho tu comentario en la conversación, pues es de gran valor todo cuanto vivís los padres y madres de los superdotados. Luchando a diario para lograr que sus hijos no pierdan o malgasten los años más importantes de sus vidas, que dibujarán con mayor o menor nitidez su futuro.
Tu opinión está teñida por el pesimismo, y lo comprendo bastante bien (aún sin la experiencia de tener hijos, que supongo todo lo cambia). He hablado con cientos de padres a lo largo de los años y su estado es a menudo de desesperación. Se sienten desamparados y terminan por aborrecer todo lo que tenga que ver con las intervenciones oficiales. Algunos de ellos han decidido incluso, con muchos problemas por delante, sacar a sus hijos del sistema de educación reglada.
Más que medidas concretas, yo planteo la necesidad imperiosa de un cambio de actitud de las estructuras de poder institucional. Parece simple, pero de ningún modo lo es. Es lo único que contribuirá con los años -nunca de un día para otro- a mejorar la situación en España. Copiar a países que lo hacen mejor es buena idea, pero no fácilmente aplicable si las mentalidades con las que toparán tus hijos en la universidad o el trabajo se encargarán de frenar sus ideas, ilusiones y potencialidades. La etapa escolar es el comienzo de una dura lucha por abrirse paso.
Dices:
«No quiero que sean ACNEE, que los dejen en paz. »
El estigma es enorme hoy por hoy, lo reconozco. Pero resulta que tus hijos, si tienen alta capacidad intelectual, son alumnos con necesidades educativas especiales (ACNEE), para bien y para mal. Esto significa que tanto su demanda como sus derechos merecen atención legal, así como todas tus exigencias para que se cumplan las mínimas expectativas.
Añades:
«Reclamar atención especial supone irremediablemente publicar que tus hijos son unos raros, digas lo que digas es lo que los demás entienden. »
No te falta verdad, lo sé. Pero creo que la obligación de los padres está también en rogar y velar por que se cumpla el trato que ofrece la Ley. No me cabe duda de que has insistido hasta el agotamiento, y por ello te animo a que sigas en ello. No reclamando esa atención especial, terminamos normalizando una situación anormal, a saber, la de niños muy capaces recibiendo un trato común. Ganan ellos.
Supongo que escribir desde este lado (sin tener hijos) me impide opinar con mayor perspectiva, pero no dudo en dar apoyo a padres y madres incansables y perder todo el tiempo que sea necesario en exigir lo que los niños más capaces merecen. Por hablado y por escrito, llegando a la demanda judicial o cambiando de centro educativo si fuese necesario.
Tras el paso por el colegio, los niños se encontarán con dificultades en la universidad u otros centros de educación superior. Tras ello, en las empresas que los contraten, más de lo mismo.
En definitiva, hay espacio para la queja mientras el propio engranaje que se supone está presente para dar apoyo a estos alumnos es el que termina decepcionando a sus padres, quienes pueden caer, por desconfianza, en actitudes que no hagan sino aislar al alumno o maquillar su capacidad.
¿Luego se preguntan los ministros de educación por qué existe en España «fuga de cerebros»? Aquí tienen un testimonio, el de Padre, que puede orientarles en la respuesta.
Un saludo y mucho ánimo.
Luis, yo no tengo todavía muy claros los criterios» técnicos» para delimitar las altas capacidades y la superdotación. Y ello por más que dichos criterios hayan sido normativizados y consensuados por insignes estudiosos del tema.
No, no los tengo claros porque, al final, cada chico es único y diferente a los demás, y a nivel de medición psicométrica, por ejemplo, se pueden dar importantes diferencias significativas entre capacidades cognitivas. También, no lo olvidemos, es necesario tener en cuenta las habilidades emocionales del individuo, su creatividad, personalidad, circunstancias ambientales…
¿Se es superdotado a partir de un CI de 130 o de 140? ¿dónde está el punto de «corte»?
¿Basta tan sólo la medición de las capacidades evaluadas por una prueba psicométrica para determinar la superdotación?
Me he dado cuenta, además, de que el WISC-IV sobrevalora las capacidades de los chicos entre 10 y 15 puntos más que el anterior WISC-R.
¿Estamos ahora enmascarando (bajando de nuevo las exigencias) la capacidad real de nuestros chicos o, por el contrario, medimos con más fiabilidad?
Un ejemplo:
En los años 80, en un prestigioso hospital infantil de Barcelona, se diagnosticaba como borderline (ahora capacidad intelectual límite) a cualquier chico que no pasara de un CI 85, y se recomendaba para él, ¡atención!, una educación especial.
Ahora, nuestras aulas están llenas de chicos con CIs promedios de 80 y 85, y se considera de lo más ¡¡¡¡NORMAL!!!!
¿Cómo podrán compartir, no sólo aula, sino también vivencias y experiencias, dos chic@s tan diferentes (palabra maldita en nuestros días) que tuviesen CIs de 85 y 140 respectivamente?
¿Quién de los dos saldrá más perjudicado?
Para Padre, por si me lee:
Hoy, más que nunca, el padre que haya tenido la suerte de descubrir la superdotación o altas capacidades de su hijo tiene el deber ineludible, moral y vital, de ejercer de celoso tutor para estimularle y motivarle, razonando y jugando con él «entre iguales», dándole más de lo que le da una escuela «normativizada», pero sin esperar ayuda de institución alguna, sino aceptando y asumiendo el privilegio de un plus de responsabilidad mayor.
Saludos
Hola Luis,
En mi familia estamos ya unos años en la lucha, contra la indiferencia y ignorancia sobre éste tema.
Tenemos una hija de 9 años que tiene todas las símtomas de ser superdotada, y encaja perfectamente en tú historia. El año pasado ésto llegó a unas pesadillas. Luchando contra el colegio, al fin llegamos al EOEP, que debería ser la organisación del estado que nos ayude en el problema. Pero no había ayuda, solo un cubre-espaldas y una pared de bureaucracía brutal. Nos han tratado en una manera que no tiene nombre, so siento que no tengo grabaciones de las conversaciones con ellos sino había podido llevarlos a un juício. Han hecho muchisimo daño a mí hija, al final lo llevamos a un psychólogo de Sanitas. Esta señora ya había visto más «victimas del sistema de educación Española». Conclusión era simple: las medidad que se supone que existen para ayudar a éstos niños no están, lo tienes que solver tú mismo. No cuentas por nada con las autoridades. Ahora, hemos cambiado del colegio, hemos dejado perseguir todo que tiene que ver con superdotación, y hemos añadido más actividades fuera del colegio. Mi hija está ahora estudiando música y violín y está bien, tranquila y feliz. Y con notas en el cole que normalmente no bajan del 9,5.
Si miras los blogs y escuchas en asociaciones como la AESAC, es por todo la misma conclusión: el sistema en España es una m___ . Pero es lo que hay, y tenemos que llevar lo mejor posible. Luchar contra mucha ignorancia y indiferencia es muy dificil, y a veces no merece la pena. Nosotros lo hemos intentado, y el precio fue muy alto.
Me parece muy interesante los comentarios de los padres de niños superdotados. Yo como orientador en colegios y terapeuta en consulta me he dado cuenta de la cantidad de niños que el sistema simplemente obvia, como si no existiesen. El proceso de la disincronía puede resultar fatídico en el desarrollo de un niño. En un colegio llegamos a pasar de la sospecha de espectro autista a una alta capacitación intelectual. Tras realizar p4 (2ºcurso de Educación Infantil) logramos pasarlo a 1º de primaria donde no le fue nada mal. Este cambio de curso ha sido el único realizado en el centro. Finalmente los padres tuvieron que cambiar de colegio.
No estoy de acuerdo en echar la culpa a los profesores, a los que no se les para de exigir y exigir. Son ellos los primeros que ven, que están viendo los problemas del día a día en las aulas y se encuentran impotentes ante ellos. Un cierto inmovilismo y falta de motivación para cambiar sí que existe.
Sí que estoy de acuerdo en poder llevar a cabo un dictamen de alumno con necesidades educativas especiales. El sistema no cambia más que por el cambio de la gente que lo integra. Es preciso exigir, pedir, intentar el cambio. Si no, todo quedará como está.
Hola Luis.
Acabamos de recibir un comentario en nuestro blog, donde publiqué esta precisa entrada tuya. Es de Sonia, y quería que estuviera aquí, en el original.
Un saludo.
«Me ha encantado la forma en qué explicas el problema real de esta tema: falta de perspectiva e interés. Se suele buscar justificación a la desatención de los alumnos con AC a la falta de medios y preparación, pero en realidad si no se prioriza su atención es porque hay muchos prejuicios e ideas preconcebidas que hacen que no se considere necesario «perder» el tiempo con ellos. Y estos prejuicios existen en todas las instancias, desde el profesorado a la Administración. Al menos esta es la conclusión a la que he llegado con mi hijo, al que finalmente este año cambiaremos de colegio con la esperanza de encontrar una mentalidad más abierta sobre este tema. Pero le ha costado ansiedad y malos resultados escolares. Está claro que el profesorado necesita las herramientas, pero para que las tengan tenemos antes que conseguir cambiar actitudes. La desatención a un alumno sea cuál sea su naturaleza nunca puede tener excusa.»
Buenas tardes,
Mi nombre es Diego Hidalgo y deseo dejar un aporte.
Existen algunas técnicas de lectura que pueden ayudar a desarrollar las facultades mentales. Una de ellas es la construcción de mapas mentales. Pueden encontrar más información en el siguiente enlace. Saludos,
http://bibliotecavirtual123.wordpress.com/2010/11/13/desarrolla-tu-mente-tecnicas-de-lectura-para-potenciar-las-capacidades-intelectuales-relacionadas-al-lenguaje/
Muy necesarias tus aportaciones, Luis. Por otro lado, he aquí mi disertación sobre el tema así como la angustia y la desesperación del individuo frente al colectivo:
http://intelbook.wordpress.com/2011/01/24/la-dictadura-de-la-mediocridad/
También comento posibles variantes relacionadas con el autismo.
Completo e interesante artículo, que da en el clavo de muchos aspectos relacionados con la problemática de la superdotación.
Por introducir un ingrediente necesario en el debate, ¿no sería conveniente instar a las autoridades académicas y/o educativas del país a que se introduzca poco a poco una asignatura de «Inteligencia emocional» en el currículum académico?. ¡Ojo!, y que no se trate de una simple asignatura «maría», como se suelen denominar, ni forme parte de algún espacio a rellenar en la programación, en el que lo mismo quepan trabajos manuales que excursiones al campo (que están muy bien, pero todo a su tiempo). Y además, desde bien pequeñitos.
Me dirán que, en parte, esto ya se hace, y estoy de acuerdo en que el desarrollo emocional ha de impregnar los demás aspectos del desarrollo general (intelectual, social, etc…), pero no sé si en concreto en España se le está dando la importancia adecuada a este aspecto.
Todo esto viene un poco a colación de la primacía, desde mi punto de vista y experiencia personal, de la sensibilidad frente a la inteligencia tomada en frío, como un resultado o producto de la evaluación de determinadas habilidades cognitivas sin más.
Hay que desarrollar también los aspectos éticos de la inteligencia en el escolar, educarle para la cooperación, no para la competición, desde bien pequeñito. Yo creo bastante en el intelectualismo moral socrático y estoy casi convencido de que no hay inteligencia que no sea moral de una forma u otra. Y si no respeta el componente moral, es como una mesa a la que le falta una pata: deja de ser mesa, pues ya no cumple su función primordial.
Estoy convencido de que un cultivo adecuado de la inteligencia en sus componentes interpersonal e intrapersonal (véase la clasificación de Howard Garner de los diferentes tipos de inteligencia), puede servir de fuste o basamento sobre el que construir y caminar con paso más seguro por otros derroteros intelectuales. Señalo esto como posible antídoto para la disincronía, problema complejo que sé que requiere un estudio más profundo y serio, pero bueno, creo que las líneas de acción pedagógica van por aquí.
No sé, sólo pretendía abrir un poco más el debate y la reflexión. ¿Qué os parece esto de la asignatura de «Inteligencia emocional»?. Distintos profesores de la talla de José Antonio Marina apoyan esta moción.
el problema de la superdotación intelectual, hay que encontrarlo en las creencias actuales. El hombre actual es muy ignorante, comparado con el Ateniense del siglo V, Antes de Cleopatra. El hombre es evolución, y no hay creación divina. Las religiones son tan bueno negocio, que han detenido a la humanidad, como dice el científico de la NASA el DR Sagan.