La imposible exactitud de la ciencia natural

Tiene gracia la cosa. Curioseando en la hemeroteca que es ya de por sí mi habitación, encontré hace poco una reseña científica en cierta publicación de contenidos interesantes. Creo que puede deducirse de qué publicación se trata. El caso es que, pasando las hojas con el automatismo de quien rastrea robóticamente el territorio en busca de cierta y valiosa (para él) información, encontré una joya que no tiene desperdicio y pasó inadvertida en su momento.

Tanto es así que me he animado a escribir estas líneas sólo para compartirlo. La joya, sin embargo, en más enojosa que destellante. Más engorrosa que lujosa. En realidad es un ejemplo más de noticia mal contada. Uno tiene ya unas cuantas manías acumuladas en la despensa. Pero no sacaré excusas: nunca soporté la ciencia mal divulgada. He aquí un ejemplo (extractado). Pertenece a finales del año 2005 y se publicó tal cual:

La Luna se formó exactamente hace 4.527 millones de años, según determinaron recientes mediciones y análisis científicos a cargo de un grupo de investigadores internacionales, difundidos por la revista especializada «Science«.

«La revista especilizada «Science»»…, ¿en qué se especializa? No es, por favor, una revista especializada, sino que abarca la ciencia en su totalidad. Además, dudo mucho que Science publicase el dato como exacto. Estamos hablando de la revista más importante del mundo en cuanto a divulgación de la ciencia. Pero dejando eso de lado, lo que más llamó mi atención fue el uso que se hace del adverbio «exactamente». Veamos, si eso fuese cierto, querría decir que, con exactitud, la Luna se formó hace 4.527 millones de años, ni un millón más ni uno menos. O sea, que hace 4.528 millones de años, la Luna no existía. Un año más tarde, sí. No tiene sentido. Hablando de miles de millones de años, muy pretenciosos han de ser esos investigadores internacionales para darnos la cifra exacta. Según los datos ofrecidos por análisis científicos de rocas lunares y otras mediciones, ya en 2005 se sabía que la antigüedad de la Luna se puede precisar con una aproximación de unos 10 millones de años arriba o abajo.

Las ciencias naturales, si por algo se caracterizan (y diferencian de las exactas) es por su inexactitud. Una buena forma de clasificar las ciencias, como ya debió pensar el epistemólogo Rudolf Carnap (en la foto), es según emitan verdades fácticas o formales. Tendríamos, según el filósofo alemán, dos grandes tipos de ciencias: las fácticas y las formales o exactas.

Dentro de las fácticas, encontraremos las naturales (centradas en la naturaleza no exclusivamente humana: biología, física, astronomía, química…) y las sociales (que abordan el ámbito humano: psicología, antropología, economía, etc.). ¿Qué tienen en común? Que trabajan con objetos reales (hechos) que ocupan un espacio y un tiempo. La palabra «fáctica» proviene del latín factum que significa «hecho». Su verdad es fáctica porque depende de hechos; y es provisional porque las nuevas investigaciones pueden presentar elementos para su refutación.

Las ciencias formales (lógica y matemática, con todas sus variantes), sin embargo, trabajan con formas, es decir, con objetos ideales, de creación humana y obtenidos por abstracción. La verdad que ofrecen es necesaria, formal y exacta.

Pero da la casualidad de que la astronomía es una ciencia natural y su exactitud será siempre cuestionable en términos rigurosos. Poco rigurosa es la noticia, desde luego. Y es que entre un margen de error de 10 millones de años y justo hace 4.527 milones de años hay, «exactamente», mucha diferencia; y hay, «exactamente», mucha inexactitud.

Publicado por Luis Cortés Briñol

Página personal y profesional de alguien que dedica horas a leer, investigar y escribir sobre diversos temas y que tiene la osadía de pensar que pueden interesar a alguien más.

Un comentario en “La imposible exactitud de la ciencia natural

  1. Je, je,..éste es muy bueno. La verdad es que de vez en cuando se encuentra uno burdéganos pseudo-científicos de este calibre y aun mayores.

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